Por Marion Khamis, Especialista en Gestión del Riesgo de Desastres de la Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO.
América Latina y el Caribe se encuentra en una encrucijada crítica. De acuerdo a un
informe reciente de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de
Desastres, entre 1997 y 2017, uno de cada cuatro desastres en el mundo tuvo lugar en la
región. También concentró cerca del 53% de las pérdidas económicas mundiales por
desastres relacionados con el clima.
A estos se suman enfermedades fitosanitarias como la ola de fiebre aviar, las
consecuencias de la pandemia del COVID-19 y los impactos globales de la guerra en
Ucrania, especialmente el alza de los precios de la energía, el transporte, los insumos
agrícolas y alimentos.
El escenario es complejo. Para enfrentar el contexto de triple crisis por desastres y
cambio climático, problemas de gobernanza y el contexto de crisis socioeconómica, la
región debe invertir en resiliencia.
En los últimos 30 años, las catástrofes provocaron los niveles más elevados de pérdidas en
los países de ingresos bajos y medianos bajos, que oscilaron entre el 10 % y el 15 % de su
PIB agrícola total, respectivamente. Los desastres también han tenido una repercusión
significativa en los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID), pues han hecho que
pierdan casi el 7 % de su PIB agrícola.
Estas cifras se basan en lo que se informa oficialmente, y son sólo la punta del iceberg.
La agricultura es uno de los sectores más afectados por desastres, con pérdidas que
representan un promedio del 23% del impacto total en todos los sectores. A su vez, más
del 65% de las pérdidas causadas por sequías se registraron en el sector agrícola. Esto
representa un riesgo de proporciones para la seguridad alimentaria y el hambre.
El Reporte Global de Crisis Alimentarias publicado en mayo de este año, indicó que, en
2022, en América Latina y el Caribe, el número de personas en situación de inseguridad
alimentaria aguda en nivel de crisis o emergencia alcanzó los 17,8 millones. Una de las
situaciones más difíciles se registró en Haití, con 4,72 millones de personas afectadas, es
decir, un 26% del total de la región.
La inseguridad alimentaria aguda en estos niveles lleva a la población a tomar medidas
extremas, como vender los animales, consumir las semillas a sabiendas de que no tendrán
qué sembrar, liquidar la casa o mendigar para comer. Es decir, entran en un espiral de
vulnerabilidad.
Y es la población rural la que está en condiciones de mayor vulnerabilidad. En efecto, más
del 80% de la población empobrecida vive en áreas rurales. Dentro de esta población,
mujeres, pueblos indígenas y afrodescendientes suelen ser particularmente afectados.
Para hacer frente a ese desafío, debemos tomar medidas urgentes.
En ese camino, el fortaleciendo los Sistemas de Alerta Temprana para los rubros agrícolas
y la seguridad alimentaria, es fundamental, ya que permite alertar e implementar acciones
anticipatorias para mitigar potenciales impactos. Se estima que, por cada 1 USD invertido
en acciones anticipatorias, se puede generar hasta 7 USD en pérdidas evitadas y
beneficios adicionales.
Mejorar la disponibilidad de datos también es clave. Existen distintos instrumentos, como
la plataforma FAO Datos en Emergencias (DIEM) que monitorea crisis y desastres en
seguridad alimentaria y medios de vida agrícolas, metodologías para evaluar daños y
pérdidas económicas de desastres en la agricultura, y la CIF, reporte que mide la
Inseguridad Alimentaria Aguda y al cual FAO contribuye.
Además, se deben fortalecer los mecanismos de la protección social para asegurar una
mejor cobertura de la población rural frente a choques naturales y socioeconómicos, con
mecanismos pertinentes de focalización y entrega. De esta manera se puede atender la
desigualdad y otras causas subyacentes del riesgo, sin dejar a nadie atrás.
El pilar está en abordar el riesgo de desastres con una mirada de desarrollo sostenible y
resiliente, promoviendo cambios de prácticas para enfrentar el riesgo, el cambio climático
e incorporando innovaciones en base al análisis del riesgo.
La Plataforma de Diálogo Regional sobre Acción Anticipatoria organizada por FAO y otros
socios del consorcio Anticipation Hub en Honduras esta semana, y una serie de
publicaciones recientemente lanzadas por la FAO, contribuyen a poner en el centro del
debate la importancia estratégica de estos temas.
Para esto, la colaboración entre diferentes actores, tanto a nivel nacional como
internacional y una inversión de gran escala en resiliencia son clave.