Por Olban Valladares
El pueblo hondureño, aunque algunos no quieran entenderlo, sufre lo que los psicólogos pudieran identificar como crisis existencial. Estas crisis se definen como conflictos internos caracterizados por la impresión de las personas de que la vida carece de sentido.
Es tanta la confusión de miles de compatriotas que se han roto innumerables récords. Como nunca, los desesperados, desesperanzados, han optado por tomar el peligrosísimo camino de la migración, más que para alcanzar un sueño americano o europeo, para huir de la pesadilla hondureña.
Nuestros hospitales psiquiátricos desbordan sus cupos atendiendo la demanda de jóvenes y adultos cuya impotencia de lograr superar sus calamidades, ha trastornado sus facultades mentales.
El tránsito de ciudadanos por caminos rurales y por calles citadinas a cualquier hora del día y la noche se borró del mapa; en medios de comunicación abunda la muerte de seres humanos en forma trágica sin que las investigaciones ofrezcan respuestas positivas que devuelvan la confianza; los colegios nocturnos, para muchos, el único trampolin para saltar hacia niveles de superación personal, han cerrado sus puertas o han tenido que modificar horarios porque los jóvenes no pueden arriesgar sus vidas asistiendo a clases en horas nocturnas; las filas de angustiados desempleados frente a aquellas pocas empresas que ofrecen posibilidades de trabajo, son interminables; bajo el sol y el agua, con sus folders bajo el brazo, conteniendo más ilusiones de un ingreso que datos personales.
Los empresarios, en general, desde el naranjero hasta el gran industrial, absteniéndose de poner en riesgo sus infimos o abundantes capitales por la incertidumbre que provoca la inestabilidad en el establecimiento de reglas claras e inamovibles que garanticen ese clima de confianza, producto de sabias políticas de gobierno orientadas a la recuperación integral del país.
El barco está a punto de zozobrar, depende entonces de su capitán de estabilizarlo superando los embates de fuerzas internas y externas que amenazan con llevarlo a aguas más turbulentas donde la situación de un Estado fallido será insalvable.
El gobierno de doña Xiomara, cuyos voceros oficiosos e inoficiosos, protestan diariamente por la supuesta presencia de fantasmas (obviamente inexistentes) que pretenden desestabilizar el régimen, complican más la situación, provocando, ellos mismos, esa inestabilidad que señalan.
La incoherencia de un gabinete cuyos pocos elementos prudentes no son suficientes para señalar un rumbo, nos llevan como saltarines de un lado a otro del río. La necedad de un grupito de introducirnos a un socialismo fracasado, desactualizado, desprestigiado e improductivo provoca mayor ansiedad.
Señora, usted es la que manda, el pueblo así lo decidió, ni su marido, quien ya tuvo su oportunidad, ni sus parientes, ni sus amigotes, ni su partido, cargaran con el peso de la historia. Ese % de simpatía que aún conserva, lo puede duplicar en los dos años que le faltan de gobierno, pero tiene que tomar decisiones valientes sin importarle las rabietas egoístas de los pocos aprovechados de esta crisis.