Es la mirada con la que tantas madres abrazan las situaciones de los hijos. Es una mirada concreta, que no se deja tomar por la incomodidad, que no se paraliza ante los problemas, sino que los coloca en un horizonte más amplio.
Y María va así, hasta el calvario, meditando y custodiando, custodia y medita. Me vienen a la mente los rostros de las madres que asisten a un hijo enfermo o en dificultad.
¡Cuánto amor hay en sus ojos, que mientras lloran saben infundir motivos para esperar! La suya es una mirada consciente, sin ilusiones, y sin embargo junto al dolor y los problemas ofrece una perspectiva más amplia, la del cuidado, del amor que regenera la esperanza.
Cuánto hacen las madres: saben superar obstáculos y conflictos, saben infundir paz. Así logran transformar las adversidades en oportunidades de renacimiento y en oportunidades de crecimiento. Lo hacen porque saben custodiar. Las madres saben custodiar, saben tener juntos los hilos de la vida, todos.
Hace falta gente capaz de tejer hilos de comunión, que contrasten los muchos hilos espinosos de las divisiones. Y esto lo saben hacer las madres.
El nuevo año comienza bajo el signo de la Santa Madre de Dios, bajo el signo de la Madre. La mirada materna es el camino para renacer y crecer. Las madres, las mujeres miran el mundo no para explotarlo sino para que haya vida: mirando con el corazón, logran tener juntos los sueños y las concreciones, evitando las derivas del pragmatismo aséptico y la abstracción.
Y la Iglesia es madre, es madre así, la Iglesia es mujer y mujer así. Por esto no podemos encontrar el lugar de la mujer en la Iglesia sin reflejarla en este corazón de mujer-madre. Este es el lugar de la mujer en la Iglesia, el gran lugar del cual derivan otros más concretos, más secundarios. Pero la Iglesia es madre, la Iglesia es mujer.
Y mientras las madres donan la vida y las mujeres custodian el mundo, trabajemos todos para promover a las madres y proteger a las mujeres.
¡Cuánta violencia hay contra las mujeres! ¡Basta! Herir a una mujer es ultrajar a Dios, que de una mujer ha tomado la humanidad, no de un ángel, no directamente: de una mujer. Como de una mujer, la Iglesia mujer, toma la humanidad de los hijos.