El organismo de control de la policía británica criticó el miércoles el “uso desproporcionado” del táser contra personas negras y vulnerables, y pidió a las fuerzas de seguridad que cambien la forma de utilizar el arma o se arriesguen a perder su “legitimidad”.
En un informe, el organismo expresó su “preocupación” por el aumento del uso de estas pistolas eléctricas paralizantes en menores, personas con problemas de salud mental y personas negras.
Al analizar 101 casos entre 2015 y 2020, también descubrió que las personas de raza negra son más propensas a sufrir descargas prolongadas.
“Las fuerzas policiales deben responder al uso desproporcionado de los tásers contra las personas negras”, subrayó en un comunicado Michael Lockwood, director del organismo de control.
Deben “ser capaces de justificar las circunstancias en las que se utilizan las pistolas eléctricas, especialmente cuando hay niños o personas vulnerables implicadas”.
El informe estima que en casi un tercio de los casos la policía “desaprovechó la oportunidad” de desescalar la situación antes de utilizar el arma, que envía impulsos eléctricos a través del cuerpo, causando una incapacitación temporal.
En 26 de los 101 casos examinados, el comportamiento de un policía “justificaría la apertura de un procedimiento disciplinario”, consideró.
Aunque “los tásers son una herramienta importante para la labor policial”, esta “corre el riesgo de perder la confianza de los ciudadanos” si no se solucionan estos problemas, afirmó Lockwood.
El informe hace varias recomendaciones para mejorar el uso de esta arma, incluyendo una mejor formación y supervisión de los agentes.
Su publicación tiene lugar en un contexto de preocupación por el uso desproporcionado de las pistolas eléctricas contra las personas negras en el Reino Unido, donde los agentes de policía rara vez están equipados con armas de fuego y donde el movimiento Black Lives Matter disparó el año pasado el debate sobre el racismo.
A finales de junio, un policía británico fue condenado a ocho años de prisión por matar en 2016 al exfutbolista profesional Dalian Atkinson, que murió tras recibir 33 segundos de descargas de táser.