Sucedió hace 60 años, y muchos aún recuerdan con dolor la angustia sofocante de verse privados para siempre de su familia, amigos, trabajos, modos de vida. Berlín se partió en dos, como se partió en dos la historia. Y así se mantuvo casi tres largas décadas, como muestra activa de la ceguera ideológica y el despotismo.
Cerca de 5000 personas lograron huir en escapes de antología que luego se llevaron al cine, con audacia, ingenio, perseverancia, mucha suerte y, en ocasiones, ayuda del exterior. Pero fue una cifra mínima contra las 100.000 que quisieron y no pudieron, entre ellas 250 que murieron en el intento de abrazar la libertad.
Alemania ya estaba separada entre la versión occidental y la versión oriental, según se distribuyeron las zonas de ocupación tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Los soviéticos dominaron la zona oriental y los aliados, la occidental, y en 1949 se fundaron dos países.
El Muro de Berlín alcanzó una longitud de 43,1 kilómetros, y quedará en el recuerdo como una obra cumbre de la crueldad y la estupidez humanas.
MG Ramiro Pellet Lastra LA NACION