Mientras el mundo entra en el tercer año de pandemia, todavía quedan muchos interrogantes sobre el origen del SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19 y que mató a al menos 5 millones y medio de personas en todo el mundo desde que salió de China en los primeros días del 2020.
Si bien el régimen comunista chino y el controvertido informe de la Organización Mundial de la Salud ubicaron el origen del brote en el mercado de alimentos de Wuhan, los investigadores aún no hallaron el “huésped intermedio”, el animal desde el cual el virus saltó al hombre, ni los murciélagos que se cree son los portadores originarios del patógeno.
La falta de pruebas hizo que un creciente número de respetados especialistas pidieran investigar la posibilidad de que el virus no se haya originado naturalmente, sino que se haya fugado del Instituto de Virología de Wuhan, un laboratorio donde se almacena y experimenta con la mayor colección mundial de coronavirus de murciélago, también ubicado en el epicentro de la pandemia.
Esas sospechas se reforzaron este lunes, después que se revelara que en ese laboratorio se llegaron a crear ocho virus similares al SARS-CoV-2 desde 2015 y que al menos dos de ellos eran muy infecciosos para el ser humano, según publicó este lunes el diario español ABC.
En 2015, la viróloga china Shi Zhengli, conocida como “doctora murciélago” por sus estudios sobre los coronavirus de estos animales y quien dirige el Instituto en Wuhan, publicó un estudio sobre la técnica de ‘genética inversa’ que permite modificarle el ADN o el ARN para darle funciones que no tiene naturalmente y crear un coronavirus artificial.
Este estudio fue financiado por, entre otros, el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) que dirige el Dr. Anthony Fauci, y también contó con la colaboriación de Ralph Baric, un virólogo norteamericano de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
Para crear este nuevo patógeno habían utilizado la “espina dorsal’’ del virus SARS y la proteína espiga de otro coronavirus de murciélago muy parecido, llamado SHC014, que la doctora Shi Zhengli había encontrado en una cueva de Yunnan. Esa proteína es el “gancho” que permite a los virus entrar en las células e infectarlas.
Las pruebas de laboratorio con células humanas mostraron que este coronavirus artificial tenía una gran capacidad infecciosa en humanos, según un análisis publicado por MIT Review, revista de la prestigiosa universidad estadounidense.
Si bien el estudio tenía el fin de encontrar posibles tratamientos o vacunas contra amenazas potenciales, causó alarma en parte de la comunidad científica que alertó sobre el peligro de la creación de patógenos en laboratorio y su posible fuga. A pesar de que el estudio fue público y recibió financiamiento tanto de China como de Estados Unidos, rápidamente desapareció de los medios.
Lo que es más alarmante todavía, es que según el informe técnico, los experimentos de ganancia de función no se habían realizado en un laboratorio con seguridad BSL-3, el nivel de seguridad necesario para la contención de este tipo de virus.
En los 5 años previos a la pandemia, la doctora Shi Zhengli siguió realizando sus estudios en el Instituto de Virología de Wuhan, esta vez junto al zoólogo británico y presidente de EcoHealth Alliance Peter Daszak. Ambos trabajaron en la recolección y almacenaje de la mayor colección de coronavirus de murciélago del mundo, y llevaron a cabo por lo menos 7 experimentos más.
EcoHealth Alliance había intentado que DARPA, la agencia de desarrollo tecnológico del Ejército de Estados Unidos, le financiara estos estudios, pero el Pentágono rechazó la propuesta por la “alta peligrosidad de este tipo de experimentos”. Finalmente, Daszak cayó en el despacho de Fauci, quien le consiguió US$ 3.748.715 para “Investigar y entender el riesgo de nuevos coronavirus de murciélagos“
Este dinero fue utilizado para establecer varios laboratorios en Estados Unidos y por lo menos uno en China —el Instituto de Virología de Wuhan— para este tipo de investigación.
Shi Zhengli y Daszak confirmaron que en Wuhan crearon por lo menos ocho clones del virus WIV1, un patógeno muy parecido al SARS-CoV-1, que causó de la pandemia que entre 2002 y 2003 infectó a 8.000 personas y casi se convierte en una crisis mundial como la que ocurrió en 2020.
A este virus, los científicos añadieron las espigas de nuevos coronavirus hallados en cuevas de murciélagos. Según sus propias conclusiones, al menos dos de estos nuevos patógenos resultantes “se reprodujeron muy bien en células humanas”.
A pesar de que redes sociales como Twitter o Facebook censuran este tipo de noticias, todos estos estudios están publicados y revisados por pares en la revista MIT Review. “Hemos desarrollado un método rápido y de coste efectivo para la genética inversa”, escribieron luego del segundo estudio, publicado en 2016.
Así, tres años después del cierre de mercado húmero de Wuhan el 23 de enero de 2020, el misterio sigue y nadie ha podido probar fehacientemente que el virus haya salido de un lugar o del otro.